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De la Traducción como Conquista, Parte I

Traducción como Conquista es un ensayo en cuatro partes publicado por Austin Carder, Editor en Jefe de Caesura, acerca de nuestra relación con el arte del pasado y la necesidad una traducción artística, una apropiación estética, de aquello que desde la historia, lo queramos o no, mantiene una influencia sobre el presente. Caesura abre con este texto en traducción al español su incursión a este nuevo campo estético, con el deseo de acoger críticos, escritores y artistas en este nuevo idioma que realmente deseen hacer algo diferente, y donde esperamos incursionar con el mismo rigor crítico que caracteriza nuestra publicación en inglés. Las otras partes del ensayo se pueden encontrar aquí en inglés: Part I, Part II, Part III, PartIV; y serán publicadas en español en las siguientes semanas.


Tel qu’en Lui-même enfin l’éternité le change

Changed by eternity into himself at last

Such as into Himself at last eternity changes him

Como hasta él mismo al fin la eternidad lo guía

Tal como en sí mismo al fin la eternidad lo convierte

— Mallarmé, “Le tombeau d’Edgar Poe”

Richard Wilbur and Peter Manson 

Ernesto Hernández Busto y Mariano Rolando Andrade

El pasado, el presente y el futuro no están desunidos, sino unidos. El mayor poeta da consistencia a lo que ha de ser, a partir de lo que ha sido y de lo que es. Saca a los muertos de sus ataúdes y los pone otra vez de pie. Le dice al pasado: Levántate y anda, para que pueda comprenderte. Y aprende la lección. se situa donde el futuro se hace presente.

Past and present and future are not disjoined but joined. The greatest poet forms the consistence of what is to be from what has been and is. He drags the dead out of their coffins and stands them again on their feet. . . . he says to the past, Rise and walk before me that I may realize you. He learns the lesson. . . . he places himself where the future becomes present.

Pasado y presente y futuro no están descosidos sino lo contrario. El más grande poeta da forma a la consistencia de lo que será desde lo que ha sido y es. Arrastra él a los muertos de sus ataúdes y les vuelve a poner de pie… dice él al pasado, Levántate y anda delante mío para que pueda llevarte a cabo. Él aprende la lección… colócase a sí mismo, donde el futuro, él, se vuelve presente.

—Walt Whitman
“Preface” to Leaves of Grass,

     Prólogo a Hojas de Hierba, Eduardo Moga

   Prefacio a Hojas de Pasto, Christopher Uribe

Allen Crawford, “Whitman Illuminated: Song of Myself,” Poet of the Body: New York's Walt Whitman: May 15 - July 27, 2019, GabrielMcKee

Walt Whitman’s Easter Greeting Card, 1850. The New York Times.

El nombre de Friedrich Nietzsche no aparece muy a menudo en discusiones sobre teoría de la traducción, y con buena causa. No le dedicó demasiada atención al asunto. Cuando menciona el término traducción, usualmente lo emplea como metáfora. Podríais esperar que el pensador del Übermensch y Überwindung tuviera más que decir sobre Übersetzung. La notable excepción a esta omisión es un pasaje de La ciencia jovial, desde el que Nietzsche pondera:

Se puede apreciar el grado de sentido histórico que posee una época por la manera como ella hace las traducciones y cómo busca incorporarse las épocas y los libros del pasado. Los franceses de la época de Corneille, y también los de la Revolución, se apoderaron de la antigüedad romana de una manera para la cual ya no tendríamos el coraje suficiente — gracias a nuestro superior sentido histórico. Y la antigüedad romana misma: ¡cuán violenta e ingenuamente a la vez puso sus manos sobre todo lo bueno y superior de la antigüedad griega, anterior a ellos! ¡Cómo la tradujeron dentro del presente romano! ¡Cómo hicieron desaparecer intencional y despreocupadamente el polvo de las alas del instante de la mariposa! Así tradujo Horacio a Alceo o a Arquíloco en diferentes momentos, así lo hizo Propercio con Calimaco y Philetas (un poeta del mismo rango de Teócrito, si se nos permite juzgar): ¡qué les importaba que el auténtico creador hubiera vivido esto o aquello, y hubiera inscrito esos signos en su poesía! — como poetas eran contrarios al espíritu rastreador de antigüedades que precede al sentido histórico; como poetas, no daban valor a estas cosas y nombres tan personales ni a todo cuanto era propio de una ciudad, una costa, un siglo — como su vestuario y su máscara —, sino que rápidamente colocaban en su lugar a lo presente y a lo romano. Parecen preguntarnos: ‘¿No debemos transformar a lo antiguo en algo nuevo para nosotros y poner orden en nosotros dentro de él? ¿No debemos insuflar nuestra alma en este cuerpo muerto? Pues él ya está muerto: ¡cuán odioso es todo lo muerto!' Ellos no conocían el goce del sentido histórico; lo pasado y ajeno les era embarazoso y, en tanto romanos, un estímulo para una conquista romana. De hecho, cuando en aquel tiempo se traducía, se lo hacía como una conquista — no sólo porque se omitía lo histórico; no, se añadía [además] la alusión al presente, [y] sobre todo se borraba el nombre del poeta y en su lugar se colocaba el propio nombre — y no con un sentimiento de robo, sino con la mejor conciencia del imperium Romanum [imperio romano].[1]

La primera oración de Nietzsche nos pone ya en guardia. Nos invita a diagnosticar nuestro momento, a leer las traducciones que producimos sintomáticamente. La crítica de Nietzsche a su tiempo todavía aplica al grado en que hemos fallado en superar la patología social del siglo diecinueve. Lo que resulta más significativo acerca del tratamiento de la traducción por parte de Nietzsche es su postulación del dominio de la historia como su verdadero tema. Contra-intuitivamente, lenguaje e idiomas son secundarios. Ello no significa que las palabras mismas no sean de importancia, pero bajo esta perspectiva el becerro de oro postmoderno de la diferencia [difference] y la otredad [otherness] irreductibles aparece como irrelevante, si no enteramente ilusorio. La transformación es la costumbre prevalente – al menos potencialmente. Debemos preguntar: ¿persiguen las traducciones de hoy esta empresa de absorción? El verbo de Nietzsche en alemán es sich einzuverleiben, y que abre un campo léxico completo de introyección física. Piensa: unir, anexar o tragar. Dice que los franceses “se apoderaron de la antigüedad romana”. De lo que está hablando es de la apropiación – una mala palabra en la jerga actual. Expropiación, si prefieren. El verbo (otra vez) reflexivo que utiliza es bemächtigten sich, que en sí mismo traga la palabra poder. Nos sonrojamos ante esta descarada usurpación. ¡La audacia! “Nuestro más desarrollado sentido histórico” nos impide mirar a nuestra propia falta de este particular “coraje” con nada menos que un sentimiento de orgullo y superioridad moral. Pagamos nuestros respetos, que es siempre algo más barato que reflexionar sobre aquello por lo que pagamos. ¿Qué es lo que significaría realmente traducir cualquier pasado en nuestro presente?

William Strang, The Resurrectionists, 1898. National Galleries of Scotland.

Jean-Auguste-Dominique Ingres, Virgil Reading from the Aeneid, 1864. Christie’s.

Para seguir a Nietzsche en tal sendero, necesitaríamos abandonar la responsable “curiosidad anticuaria que precede el sentido histórico”. No podemos mirar al pasado como a un espécimen, ni siquiera uno que queramos escabechar y preservar. Todavía se retuerce débilmente bajo nuestro microscopio. Dejamos a los muertos enterrar la muerta labor estética cuajada en relatos y poemas que cautelosamente cargamos hacia nuestro momento. La postura esclerótica de señalar abiertamente la extranjería de una obra es una forma fácil de dejarla descansar en paz. La conquista requeriría que aceptemos el desafío codificado en la frase de Nietzsche “siendo poetas”. Si no escribes el poema en el nuevo idioma, nunca lo traducirás exitosamente. Las muestras de humildad y deferencia pueden tener valor como rituales, pero ¿funcionan realmente para la literatura? Después de todo:

Hay cosas más importantes que el arte o lo estético. El arte es autónomo; está ahí para su propio humano beneficio, suficiente para su propio humano ser, pero esto no lo escinde de la sociedad o la historia. Lo que su autonomía significa es que sirve a la humanidad en sus propios términos, verbigracia, al proveer valor o calidad estética. El arte puede proveer otras cosas también, pero si lo hace al costo del valor estético, priva a la humanidad de aquello que es únicamente dado al arte obsequiar. El arte que opta por ese camino al final no encuentra perdón, y la negativa a perdonar[le] afirma y confirma la autonomía del arte — o, tiempo ya es de decirlo, la autonomía del valor estético.[2]

El traductor — como poeta, como lector, como alguien que experiencia la obra de arte de un modo que es de alguna forma diferente al que leemos un tuit aliade — tiene que asegurarse de que la traducción descubra y entregue aquello que le es dado únicamente al arte dar. Las traducciones no vinculantes de hoy, aquellas que obtienen un especioso éxito (aquellas que estamos demasiado asustados de juzgar como malas – malas como traducciones, como poemas) no serán perdonadas. Cuando se guarezcan en el polvo del archivo, será como bien intencionados mensajes que se agotaron a sí mismos en lo que decían, no como obras de arte que continuarán desdoblándose en el tiempo.

Drawing based on Walt Whitman with a butterfly (his Easter greeting card), 1883. Frontispiece from 1889 “Birthday edition” of Leaves of Grass. Courier Post.

Pero, ¿es realmente la falla de los traductores de hoy no poder hallarse a sí mismos en aquello que es viejo? ¿Cómo podéis culparles por ver solamente posibilidades clausuradas en el pasado en vez de tareas abandonadas y sin terminar? Tareas que requieren que nosotros las emprendamos para volverse siquiera tareas en primer lugar. Para insuflar nuestra propia alma en estos cuerpos muertos se requiere que el traductor / conquistador histórico mire “como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo” — [incluso si necesita un bichero para hacerlo][3]. Convertirse en un usurpacuerpos histórico arriesga profanación en el interés de establecer una nueva sacralidad. Y no hay garantía de que la segunda naturaleza sea más fuerte que la primera. En la segunda “meditación intempestiva” de Nietzsche, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, se explaya sobre el cariz destructivo del momento constructivo que podría conducirnos más allá de las formas de relacionarnos con la historia que afirman el presente a la luz del pasado (monumental) o ven el presente como meramente inadecuado al pasado (anticuario):

Aquí se hace visible la necesidad que tiene el hombre, al lado de los modos monumental y anticuario, de considerar con frecuencia el pasado desde una tercera perspectiva: la crítica, y también ésta, de nuevo, al servicio de la vida. Es menester que el hombre, para poder vivir, tenga la fuerza de destruir y liberarse del pasado, así como que pueda emplear dicha fuerza de vez en cuando. Esto lo consigue llevando el pasado a juicio, instruyendo su caso de manera dolorosa, para, finalmente, condenarlo, ya que todo pasado es digno de ser condenado, pues así acontece en las cosas del hombre, siempre envueltas en las fuerzas y debilidades humanas. Pero no es aquí la justicia la que lleva las cosas humanas a juicio; y aún menos la clemencia la que pronuncia el veredicto. Es únicamente la vida quien aquí se expresa, ese poder oscuro e incitante, ese poder que con insaciable afán se desea a sí mismo.[4]

El rompimiento y disolución del pasado solo puede ocurrir en la confrontación con él. Significa llevar esa continua confrontación a la conciencia. Dejar el pasado descansar en paz, al final, no es una opción. Dejarlo imperturbado e inconquistado asegura que continuara pesando como una pesadilla en el cerebro de los vivos. Nosotros y todo alrededor de nos, todo lo que es dado (naturaleza), somos el resultado de acciones iniciadas en el pasado, acciones que continúan en ejecución. La traducción como conquista es solo la decisión de volverse el sujeto de la acción pasada, en adenda al objeto que ya somos. El pasado ya supera al presente. ¿Puede el presente superarse a sí mismo al conquistar el pasado? //  

Enrique Chavarria, The Masque of the Red Death, 1981. VirginiaMiller.


[1] Nietzsche, Friedrich (1882). La ciencia jovial. Traducción de José Jara (1985), páginas 81-82. Reemplazamos con esta traducción la utilizada por Carder, perteneciente a Walter Kaufmann (1974), páginas 136-138, bajo el título The Gay Science.

[2] ctd. Carder, Austin (2020). Translation as conquest. Traducción de Christopher Uribe. Reemplazamos con la propia, a falta de alguna otra traducción al español de la obra de Clement Greenberg (1999), “The Language of Esthetic Discourse”, publicado en el volumen Homemade Esthetics: Observations on Art and Taste, el fragmento citado, hallado en la página 65.

[3] Benjamin, Walter. Sobre el concepto de historia. Traductor desconocido, página 6. Reemplazamos, intencionalmente, con este documento de trabajo del grupo Cruce Contemporáneo, utilizado el 29 de mayo de 2015, la traducción empleada por Carder, al cuidado de Marcus Bullock y Michael W. Jennings (2004), publicada en Walter Benjamin: Selected Writings: Volume 4, página 407. La versión seleccionada no incluye la expresión incluida entre corchetes, que agregamos desde la traducción empleada por Carder.

[4] Nietzsche, Friedrich (1873). Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida [II Intempestiva]. Traducción de German Canon, página 65. Reemplazamos con esta traducción la utilizada por Carder, perteneciente a Peter Preuss (1980), página 21-22, bajo el título On the Advantage and Disadvantage of History for Life.