Caesura

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Sien en trilce: Homenaje a César Vallejo

Caesura presenta los siguientes extractos como anticipo del dossier Sien en Trilce, en memoria de los 100 años del poemario Trilce (1922) de César Vallejo, de pronta aparición en la edición nº 22 de la revista Mar con soroche (Santiago / La Paz) en colaboración con Vallejo Sin Fronteras Instituto (Lima), en el cual han participado más de 77 escritores de América y Europa.


After Vallejo’s Poem X


There is a myth, mythology, and many decades
of scholarship, thousands upon millions of readers
invested– saying Trilce is the mother church,
the original source of spring, the miracle of water–
remembering rain in Paris and a consumptive man
dying also of loneliness and heartbreak, but
the man’s lines are not always sad, not always
black heralds. Look at this Poem Number 10, birth
foreshadowed in a sweet ten month love-in,
three mysterious, additional months absent, 
then the nine month gestation, to come back
as a whale, the dove its sentry, announcing
the miraculous birth without violence,
the new mother sitting up in her hospital bed
to grease some nosegays, tranquil, content.

A partir del poema X de Trilce


Hay un mito, una mitología, y muchas décadas
de estudios, miles y millones de lectores 
invertidos —dicen que Trilce es la iglesia madre,
el origen del manantial, el milagro del agua—
se acuerdan de la lluvia en París y un hombre
sufriendo de tuberculosis muriendo tambien
de soledad y el desamor; pero los versos
del hombre no son siempre tristes, no son
siempre heraldos negros. Mira este Poema X,
el nacimiento presagiado en un dulce amorío
de diez meses, tres meses adicionales misteriosas.
Ausentes, entonces, la gestación de nueve meses,
para regresar como una ballena, la paloma
como su centinela, anunciando el nacimiento 
milagroso sin violencia, la nueva madre
sentada en su cama en el hospital 
empavonando misturas, tranquila, contenta

Indran Amirthanayagam (Colombo/Washington D. C.)


Trilce XLIV, Giovanni Bello (La Paz)


Pequeña Lección De Anatomía
Poema XLIX, de Trilce

Mario Arteca (La Plata)

Murmurado en inquietud, cruzo,
el traje largo de sentir, los lunes
                        de la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
y hasta yo he olvidado
                        de quién seré.

Cierta guardarropía, sólo ella, nos sabrá
a todos en las blancas hojas
de las partidas.
Esa guardarropía, ella sola,
al volver de cada facción,
                        de cada candelabro
                        ciego de nacimiento.

Tampoco yo descubro a nadie, bajo
este mantillo que iridice los lunes
                        de la razón;
y no hago más que sonreir a cada púa
de las verjas, en la loca búsqueda
                        del conocido.

Buena guardarropía, ábreme
                        tus blancas hojas:
quiero reconocer siquiera al 1,
quiero el punto de apoyo, quiero
                        saber de estar siquiera.

En los bastidores donde nos vestimos,
no hay, no Hay nadie: hojas tan sólo
                        de par en par.
Y siempre los trajes descolgándose
por sí propios, de perchas
como ductores índices grotescos,
y partiendo sin cuerpos, vacantes,
                        hasta el matiz prudente
de un gran caldo de alas con causas
y lindes fritas.
Y hasta el hueso!

Cualquier poema de “Trilce” siempre dispara, años antes o después (porque su franja de lectura es, desde ya, un tramo de infinito), la vieja y retórica pregunta sobre el sentido. Y en este poema, XLIX, también corre a favor suyo esa inercia de una búsqueda de armar lo que se presenta en apariencia desarticulado. César Vallejo es de esos escritores que escriben prestando el sentido al lector. Se trata de un préstamo sin intereses y a largo plazo. Esto, que se muestra como una relativa verdad, comprobable críticamente, sin embargo, en su conclusión, no se ofrece en forma amable a los ojos de quien lo lee por primera vez. ¿Pero por qué debiera serlo? En los poemas de Vallejo hay una confianza en que el rompecabezas por ensamblar encontrará, tarde o temprano, su interlocutor, su ejecutante adecuado (el lector, la crítica especializada, etc.); pero es, en tanto que “adecuado”, porque llega en el momento en que debiera arribar. Los escritores como el peruano escriben sin que el porvenir intervenga, salvo en forma de presente continuo, es decir, como espejo del sufrimiento (igual que aquella definición de Denis de Rougemont sobre el amor, catalogándolo como una “posesión por pérdida”, frase que citaba al final de uno de sus poemas el mexicano José Emilio Pacheco), sea éste por amor o por inanición; o bien por simple constatación del despojo social a los que muchos seres se ven sometidos a lo largo de su vida. Los textos de Vallejo, y este poema en particular, fusionan esas categorías del despojo interno y externo, volviéndolas pasado inmediato, que es una de las maneras en que se muestra desplazado cualquier presente.

Trilce. Edición príncipe, 1922.

El primer verso es lo suficientemente ambiguo y, por lo tanto, directo al corazón de la problemática del poema. Dice: “Murmurado en inquietud” (en algunas otras ediciones de “Trilce”, se puede hallar una variante, en apariencia mínima, que es la del uso de un genitivo que lo acompaña:

“Murmurado de inquietud”), y donde cruza, transita, “el largo traje de sentir”, vinculado a la “verdad” de los lunes. Ese murmurado tal vez exhiba lo que el poeta observa como lastre en los otros, o lo que provoco para el afuera. Da la impresión que es un poema donde Vallejo exhibe una desolación medular, que lo obliga a acondicionar el lenguaje entre tramos estratégicos donde él mismo, no sale indemne. Pero volviendo al “lunes”, ese lunes vallejiano no es un día de semana, porque allí el lunes es el comienzo de la semana, y también el primer peldaño del padecimiento humano reiterado, repetitivo, insistente, que se transforma en real en la medida que se reanuda por mera consecución.

 

También hay en ese “olvido” de quien será, esa marca temporal, dislocada por el manejo algo bergsoniano del tiempo, que Vallejo profundiza con una particular displicencia, como si trabajara un dispositivo auxiliar del abandono, o como salvoconducto hacia ninguna parte de una persona que escribe habiendo perdido todo, no sólo un estado de ánimo, sino un “estado” de escritura, que lejos de aplanarse en sus propias honduras, lo lleva a escribir uno de los poemas más angustiantes de “Trilce”, si es que cabe ese adjetivo. 

Por otra parte, se dan dos situaciones en este texto que también retrata una parte del mecanismo vallejiano, que son, en primer término, la transformación, y enseguida la sustitución. Vallejo, en este poema XLIX, evalúa su obra como efecto de una familia poco equidistante: la razón y la verdad. Algunos indican que esas palabras se muestran como sinónimas, como un desplazamiento de la escritura sobre el cuerpo ya hastiado y derrotado (esa es la palabra en el poema), cuando en verdad, el escritor peruano parece redoblar la apuesta entre la idea “alta” de verdad, y por ser tan alta es ilegible, y la noción “baja” de razón, que pone al poeta dentro de una exhibición de mezquindades terrenales, además de la impotencia de cambiar el curso de los acontecimientos que lo acechaban (la miseria, la ausencia de la amada, la desdicha como una prórroga inexplicable del martirio moderno, la enfermedad, etc.).

Gustav Klimt, Muerte y Vida, 1915. Óleo sobre lienzo, 178 cm × 198 cm. Leopold Museum, Viena.

Y finalmente, el símbolo que aglutina todo en este texto es la guardarropía, que es una especie de almacén de prendas de vestir y accesorios que se utilizan para las representaciones y rodajes de teatro, o de cine. Allí Vallejo anticipa lo inevitable: ése es su lugar para dejar las ropas del pasado (como hojas blancas de un libro que se va esparciendo) o para dejar definitivamente el ropaje del presente. Es el llamado a la despedida con una fuerza donde la rebeldía (la idea de facción, y esa desproporción estética de comprenderse como una persona ciega de nacimiento) no se desarrolla nunca. Más aún, con su verso final (“Y hasta el hueso!”), Vallejo llama a esa desnudez que sólo se consigue con la pudrición de la carne, donde no hay verbo que asimile la frase hacia adelante, porque la estructura, allí, en su ritmo ilógico, ya no requiere de nexo alguno.


Indran Amirthanayagam (Colombo/Nueva York) es poeta, diplomático, ensayista, músico y traductor nacido en Sri-Lanka y radicado en Estados Unidos. Entre sus últimas publicaciones: En busca de posada (2019), Paolo 9 (2019), They Died Not in Vain (video musical con Evans Okan; 2019), Lírica, a tiempo (2020), The Migrant States (2020) y Sur l’île nostalgique (2020).

Giovanni Bello (La Paz/Nueva York) ha publicado el libro de poemas Los castillos verdes, dos selecciones de ensayos sobre música, Mixtape y Canciones, la investigación académica La orquesta jazz: entre vanguardia y cosmopolitismo cholo y varios fanzines de gráfica y poesía. Actualmente es doctorante en Historia en la Stony Brook University, en el Estado de Nueva York.

Mario Arteca (La Plata, Argentina) es periodista, poeta y ensayista. Algunos de sus libros: “Guatambú”, “Cinco por uno”, “Géminis”, “Piazza Navona”, “Hotel Babel”, “Tres impresiones”, “El pronóstico de oscuridad”, y “Deje un mensaje después del tono”. Es coautor, junto a Maurizio Medio, Benito del Pliego y Reynaldo Jiménez, de las muestras literarias de poesía latinoamericana editadas en España, “País imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía Latinoamericana 1960-1979”, y de un segundo tomo con poetas nacidos entre 1980 y 1992.